Festival

como quien no quiere la cosa

Y así, las ruinas nos darían el punto de identidad entre el vivir personal -la personal historia- y la historia. Persona es la que ha sobrevivido a la destrucción de todo en su vida y aún deja entrever que, de su propia vida, un sentido superior a los hechos les hace cobrar la significación y conformarse en una imagen, la afirmación de una libertad imperecedera a través de la imposición de las circunstancias, en la cárcel de las situaciones.

 

María Zambrano

 

Estas palabras de María Zambrano servirían para introducir perfectamente experiencias de dolor, de exilio y emigración, como las de las obras que presentan Mithkal Alzghair o Mohamed El Khatib, pero también para resumir las voces, plenas pero heridas, de Mursego o María Arnal. Servirían para definir la danza milagrosa de Israel Galván, protegido esta vez por el pensamiento de Pedro G. Romero y Filiep Tacq, y para hablar de las vidas heridas del sur de Europa que nos traen Daria Deflorian y Antonio Tagliarini. Más que nunca, este programa es un paisaje total, un paisaje que hay que entender con todo el cuerpo. Estas creaciones cuestionan y revierten las leyes y las reglas del mundo en el que vivimos, abren situaciones, hacen que los cuerpos se busquen, se piensen a sí mismos en común. En estas creaciones encontramos la esencia de la disidencia. Contra el manoseo de las palabras, de las imágenes, y de lo espectacular, estas obras nos devuelven a los gestos esenciales: la risa y el llanto, la conversación y el silencio, el duelo y la fiesta, el amor y la amistad.

Hay disidencia en la forma de entender la muerte de Mohamed El Khatib, hay disidencia en los cuerpos de Mithkal Alzghair que explican la historia de la brutal guerra en Siria. Hay disidencia en el solo de Xavier Le Roy, porque nos enseña a pensar desde el cuerpo, con otra lógica, con otras normas. Hay disidencia en Israel Galván, que se reveló contra la tradición y que ahora baila en una biblioteca, y hay disidencia en Edurne Rubio, que, como tantos creadores españoles, trabaja desde Bruselas en la historia de España a través de una experiencia familiar única y alucinante. Y hay grito, llanto, canto de un pueblo entero, en Maria Arnal y en Mursego. También hay disidencia y resistencia y subversión en los trabajos de Deflorian y Tagliarini y de Miguel Pereira, otros artistas que ya han colaborado entre sí en el pasado, y que ahora presentan sus alegatos sobre la libertad creativa, la capacidad de imaginar y soñar, y los problemas de los artistas en el sur de Europa.

Escenas do Cambio, después de tres años, empieza a tener su propia historia. Por eso, algunos artistas que ya estuvieron presentes en otras ediciones del festival, como Voadora, Tiago Rodrigues o Israel Galván vuelven a la de este año. Dar continuidad a los artistas es una de las premisas del festival. Por otra parte, seguimos interesados en descubrir para Galicia y el resto del estado, artistas internacionales consolidados que no han tenido muchas oportunidades de mostrar su trabajo en nuestro país. Seguimos trabajando con artistas de Galicia como Estela Lloves o Félix Fernández, creadores transdisciplinares que en los últimos años han mostrado su trabajo más en el extranjero que en Galicia.  Al mismo tiempo, continuamos con una labor formativa con los talleres de IlMaquinario y Sofia Dias y Vitor Roriz y seguimos colaborando también con diversas instituciones como el Concello de Santiago, el CDG, el CGAC y también con la librería Chan da Pólvora. Como decíamos, un festival con su historia, con sus rasgos, con su ruptura, con ese riesgo que se asume cuando uno quiere llegar a otra parte.

Todos los programas de mano de los festivales del mundo dicen lo mismo. De La Habana a Bruselas, de Kinshasa a Kyoto, todos repiten prácticamente las mismas palabras. Son emotivos, inteligentes, ocurrentes. Algunas veces no llevan firma, algunas veces llevan demasiadas firmas. Si los leemos con atención, en todos ellos se puede ver el trabajo que hay detrás, las limitaciones y las virtudes, los acuerdos y los desacuerdos. Hay programas espectaculares y programas aburridos. A veces muy optimistas, a veces muy ensimismados, a veces demasiado explicativos o crípticos. A veces buscando una identidad que solo llega con el paso del tiempo. Hay programas, pocos, que son literatura. Sin embargo, basta con estar juntos un tiempo antes de que sea muy tarde. Mirar con amor y analizar sin piedad. Acercarnos a lo inesperado y creernos el juego un poco más. El programa ya ha sido escrito y no hay vuelta atrás. En este momento lo estás leyendo. Y por detrás de las palabras de este programa están los gestos, los movimientos, las disidencias. Los cuerpos empiezan a despertar y las voces empiezan a tomar forma, como quien no quiere la cosa.


Pablo Fidalgo Lareo
Director artístico de Escenas do Cambio